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martes, 30 de abril de 2013

Revelaciones a voces y revoluciones en click


por: América Parés F.

Resulta curioso que mientras existan más medios de comunicación se generen este tipo de dudas acerca de la ética que en la labor periodística. La diferencia entre los medios tradicionales y medios digitales ha marcado su brecha con los avances de Internet y las redes sociales. 
    Ciertamente, estas dos formas de comunicación tienen un gran poder para informar y calar en la opinión pública, pero no necesariamente son espejo fiel de las informaciones certeras, más bien se genera una polémica entre la objetividad, la ficción y la tergiversación.
      Hay una realidad que palpita al son de los rumores, que circulan entre los internautas, en ciertos medios de comunicación, puntuales periodistas y/o voceros de la comunicación, los cuales pudieran publicar  informaciones "confirmadas" sin verificar los datos previos. En tal sentido, estaríamos hablando de una grave falta al compromiso ético que se desprende del deber ser, por el tan anhelado deseo de ser los primeros en publicar una determinad información.

Muertos vivos
       Ahora mismo cualquier persona puede utilizar este medio digital para publicar cualquier tipo de mensaje o noticia. Esto lo convertiría en un "informador",aunque no lo acredita como periodista. 
    El periodismo ciudadano, como se conoce actualmente, no debe ser llamado simplemente "periodismo" porque se trate de un actor que entra en la dinámica participativa de la comunicación en determinados momentos. No obstante, este hecho no impide que participe -al contrario- está en su pleno derecho y lo amparan así las leyes. Ser un comunicador alternativo o vocero de calle no es un delito.
    El conocimiento del Código de Ética del Periodismo y su aplicación forma parte de la profesión periodística tanto como el hecho noticioso, esto quiere decir que al momento de publicar una información en la red quien es periodista formado debe mantener y respetar los acuerdos sociales con dicha ética, la cual  pende del hilo de la credibilidad y puede caer en riesgo al comprobarse que lo publicado es errado o forma parte de una falsificación.
      Un medio de comunicación o periodista que se hace eco de un rumor, por ejemplo: la muerte de alguien que verdaderamente no lo está, por su ética (si es que de verdad la tiene y la cultiva) representa un acto que debe suprimirse si no se está completamente seguro, pues llegará un momento en que nada de lo que se diga será tomado con seriedad, ya que con frecuencia se valen de rumores y escándalos sensacionalistas para generar más audiencias o lectores.
      El flujo de información constante en las redes es tan avasallante como poderoso, pero el dilema de quien puede ejercer la profesión del periodismo aun es tema debatible.

 Valores, reglamentos y leyes
Estoy convencida que las proyecciones para este tema deben adaptarse al nuevo esquema de la era digital, con reglas y principios éticos que no menoscaben la esencia de una de las profesiones más antiguas. Hablo de un compromiso y comportamiento ético que sea verdaderamente efectivo, constante y humanizador.
 La honestidad no cotiza precisamente en la bolsa de Wall Streetpero sí se valora para el desarrollo del tejido social de la humanidad. Los cibernautas o nativos digitales son  fenómenos sociales que no desaparecerán, muy al contrario, tienden a incrementarse aceleradamente. Son revelaciones a voces y  fantásticas revoluciones en click. Entonces habrá que aprender a tratar con las situaciones y con las circunstancias por venir.
El gran reto de hoy es el de cristalizar las ideas para lograr emplear, tanto individual como  colectivamente, la responsabilidad y la ética en la era digital.  Recordando siempre que ante todo los periodistas son servidores públicos y que el ciudadano común tiene derecho a la información veraz y oportuna, así como también tiene el derecho a comunicarse y a difundir contenidos más allá de los medios tradicionales, pero estando claros: en igualdad y respeto, sin atribuirse más derechos que el vecino y sin creer erradamente que los estudios no importan, porque sí importan. Tanto o igual que la capacidad de reconocer al otro como individuo con derechos, con el respeto que se merece y no contribuir con el  incremento de la desinformación o el desequilibrio evidenciado. 


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