Cuentan los pobladores que un día, al filo de una tarde, un cardenalito llegó a posarse sobre el cardón más alto para contemplar la extensa zona a recorrer, pero sin imaginarse este que el cielo y su majestuoso sol plasmarían un lienzo infinito, donde cada atardecer cobrarían vida los colores de la naturaleza.
-¡Rojo he de escoger!, exclamó el cielo.
-¡Va, sieee! Yo pongo el amarillo, replicó el sol.
-¡Va, sieee! Yo pongo el amarillo, replicó el sol.
Y así, colores van y colores vienen.
Con ellos finalmente el naranja, tonos azulados y la profundidad en escalas de púrpura no faltaron…
Hoy el cielo crepuscular de mi pueblo celebra 464 años de su fundación como ciudad. Variquicimeto, correspondiente a la lengua aborigen local y cuyo equivalente más preciso es "río de color ceniza", es conocida hoy como Barquisimeto, cuna de la cultura popular y musical. Su versatilidad y calidez la hacen sentir siempre como el mejor hogar.
Lara se enorgullece de gente, sus artistas y creadores. Sus hijas e hijos; los que hacen ciudad, los que hacen pueblo. A los que con el golpe del tamunangue (sones afrodescendientes) llenan de alegría sus calles de tierra, adoquines y asfalto... a todos sus músicos sin fronteras, a los garroteros, los artesanos en general… a las mujeres y hombres del barro, hierro, cerámica, madera y telar. A sus cuenta cuentos y echadores de mentiritas blancas como El Caimán; a los devotos de la Divina Pastora. A los criadores, sembradores rurales…A los destileros del cocuy de penca.
A ellas y ellos, porque la querencia de esta tierra es para siempre.
¡Ah mundo, Barquisimeto! Te veo y recuerdo como mi adorado terruño.