Para el encuentro y el reencuentro. Análisis, reflexión y debate de temas sociales, políticos y culturales. Donde la poesía y la crítica conviven al ser presentadas con el sabor del fundamento.

miércoles, 24 de julio de 2013

Lágrimas de odio

Artículo de Opinión
bajo responsabilidad del autor:

Jose Ignacio Bombace
josebombace@gmail.com
Twitter: @josebombace


Maracaibo, 18.07.2013 05:11pm

“Jose Ignacio, prendé a ver que están pasando en Venezolana de Televisión”. De espaldas prendo sin ganas el televisor que de por sí ya estaba sintonizado en dicho canal. Luego de varias noticias concernientes al desempeño del gobierno bolivariano, escucho una voz de chamito cantar “llevo tu luz y tu aroma en mi piel, y el cuatro en el corazón”, pero no le paro bolas a la cuestión y sigo jartando una cremita de auyama que estaba burda de buena porque mi tía le echa un pelo de cebolla y leche y queda vergataria. 

Bueno, el caso es que empiezo a escuchar  un nariceo proveniente de la tía mía, un nariceo así como pa´que no le chorrearan los mocos y una especie de gimoteo medio muteado y de una vez la miro y se está secando las lagrimas. Le pregunto que qué le pasa y me dice: “Esos niños especiales (resulta que el que cantaba era un niño con algún tipo de discapacidad, creo que visual, y estaba con el presidente Maduro en la inauguración de un hospital para tratar con niños especiales) nadie (gimoteo) nadie les paraba ni media bola, Chávez fue el que empezó a ayudarlos y todos esos hospitales los empezó fue él”. Al terminar de decir esto, mi tía (que quiero más que la verga, de verdad que si) lanzó un narizazo duro, y con las dos manos se seco las lagrimas, dejando un aro rojo alrededor de sus ojitos apagados. Al momentico entre gimoteos dijo: “Ay, como hace falta Chávez, parece mentira que este muerto, qué vaina Jose Ignacio, como uno siente a Chávez todavía ¿no?”.

Verga, yo me considero (entre lo que cabe) un carajo cojunuo, pero no que va, se me hizo de una vez el nudo en la garganta y le hui con la mirada, condenando mis ojos al plato de crema de auyama, de esos platicos de sopa de plástico verde, bueno ahí miré y no la vi mas pa’ no ponerme a llorar yo también. Tía se limpió como dos veces más y se puso a comer. Yo terminé antes y con el acostumbrado “con permiso”, me paré y fui a lavar los platos en la cocina y ahí sí, sin que nadie me viera, boté mi par de lagrimitas por el Comandante Chávez.

Y ahora que estoy escribiendo esto, sé que no fueron lágrimas por la memoria del comandante, no nada que ver, fueron lágrimas de odio, de impotencia acumulada al ver como se estanca la cuestión, lágrimas de odio de saber que hay una partía de desgraciaos y desgraciadas que se esconden bajo el legado del comandante y se disfrazan de rojo sin otra meta que llenarse de billete así tengan no que vender a la revolución, sino que si es necesario venden hasta su propia madre. Mal nacidos y mal nacidas. Las lágrimas que botó mi tía, estoy seguro, aunque con las mismas sales y los demás componentes, que desconozco cuales son que componen a ese líquido, que brota de los ojos de uno cuando se atraviesa una fuerte emoción, sí eran de nostalgia, de sentimiento como se dice popularmente. Las mías no.

De pinga que se construyan hospitales, autopistas, puentes, fábricas, verga es necesario, pero se nos esta yendo el proceso por el grandísimo peo del desabastecimiento de comida. Coño, el pueblo ahora vive es rodeando los centros de venta de alimentos para comprar un pollo o arroz o lo que esté a la venta, entre el catalogo de productos que los intocables permitan adquirir. Valga la aclaratoria, los intocables a los que me refiero son esos señores dueños de expendios de alimentos que tienen sus intereses políticos en el desgaste del pueblo.

Esas lágrimas de odio de las que hablaba son de la impotencia, de ver la impunidad y saber que uno no puede hacer nada. Son el resentimiento de ver a los corruptos de siempre dar la mano y abrazar a los nuevos corruptos que ahora hacen una alianza bajo el color de la sangre patria. Son las lágrimas de desconsuelo al ver a mi generación (o al grueso mejor dicho, no hay que generalizar) siguiendo al desgraciao apátrida del Capriles, drogomano, irresponsable, asesino, mentiroso como toda la derecha, y verlos y verlas defendiendo una vaina, un modelo de sociedad que es el que los ha mantenido en la miseria. Coño, por qué se les deja pasar si son riquitos, es lógico que defiendan sus intereses de clase, pero verga, cuando veis a los chamos y chamas que andan como uno, a pie y sin reales, haciéndole el piso político a un desgraciado cerdo capitalista del carajo, a un holograma de falso líder, verga da un sentimiento así como de lástima ligada con un dolor de estómago muy jodio, de verdad que si.

A mí nunca me ha gustado llorar, siempre se me ha hecho muy difícil, inclusive cuando murió el comandante, pude desahogarme fue en Caracas cuando lo vi. Estas lágrimas de odio ponen ideas en mi cabeza, para nada conciliadoras, buscan venganza. Buscan vengar todas esas lágrimas de mi pueblo, esas que son las mismas de mi tía, esas que de verdad sienten y creen en el proceso revolucionario y observan atónitas, inmutables, el lento caer casi ingrávido del sueño revolucionario del Comandante Chávez. ¿El gobierno no puede con el problema alimentario, y quien podrá acaso, la derecha que quiere tumbarlo? ¡No me jodan! Solo el pueblo salva al pueblo, y sé que no soy el único que ha llorado lágrimas de odio en este peo. La pregunta es: ¿seguiremos llorando odio o lo canalizaremos cómo es? ¿El Estado puede solucionar el problema? ¿Esperaremos?

Queda entonces encendido el cojonómetro/ovariómetro.
¡Patria o Muerte!


No hay comentarios:

Publicar un comentario