Artículo de Opinión
bajo responsabilidad del autor:
Maracaibo, 18.07.2013 05:11pm
“Jose
Ignacio, prendé a ver que están pasando en Venezolana de Televisión”. De
espaldas prendo sin ganas el televisor que de por sí ya estaba sintonizado en
dicho canal. Luego de varias noticias concernientes al desempeño del gobierno
bolivariano, escucho una voz de chamito cantar “llevo tu luz y tu aroma en mi
piel, y el cuatro en el corazón”, pero no le paro bolas a la cuestión y sigo
jartando una cremita de auyama que estaba burda de buena porque mi tía le echa
un pelo de cebolla y leche y queda vergataria.
Bueno, el caso es que empiezo a
escuchar un nariceo proveniente de la tía
mía, un nariceo así como pa´que no le chorrearan los mocos y una especie de
gimoteo medio muteado y de una vez la miro y se está secando las lagrimas. Le
pregunto que qué le pasa y me dice: “Esos niños especiales (resulta que el que cantaba
era un niño con algún tipo de discapacidad, creo que visual, y estaba con el
presidente Maduro en la inauguración de un hospital para tratar con niños
especiales) nadie (gimoteo) nadie les paraba ni media bola, Chávez fue el que
empezó a ayudarlos y todos esos hospitales los empezó fue él”. Al terminar de
decir esto, mi tía (que quiero más que la verga, de verdad que si) lanzó un
narizazo duro, y con las dos manos se seco las lagrimas, dejando un aro rojo
alrededor de sus ojitos apagados. Al momentico entre gimoteos dijo: “Ay, como
hace falta Chávez, parece mentira que este muerto, qué vaina Jose Ignacio, como
uno siente a Chávez todavía ¿no?”.
Verga,
yo me considero (entre lo que cabe) un carajo cojunuo, pero no que va, se me
hizo de una vez el nudo en la garganta y le hui con la mirada, condenando mis
ojos al plato de crema de auyama, de esos platicos de sopa de plástico verde,
bueno ahí miré y no la vi mas pa’ no ponerme a llorar yo también. Tía se limpió
como dos veces más y se puso a comer. Yo terminé antes y con el acostumbrado
“con permiso”, me paré y fui a lavar los platos en la cocina y ahí sí, sin que
nadie me viera, boté mi par de lagrimitas por el Comandante Chávez.
Y
ahora que estoy escribiendo esto, sé que no fueron lágrimas por la memoria del
comandante, no nada que ver, fueron lágrimas de odio, de impotencia acumulada
al ver como se estanca la cuestión, lágrimas de odio de saber que hay una partía
de desgraciaos y desgraciadas que se esconden bajo el legado del comandante y
se disfrazan de rojo sin otra meta que llenarse de billete así tengan no que
vender a la revolución, sino que si es necesario venden hasta su propia madre.
Mal nacidos y mal nacidas. Las lágrimas que botó mi tía, estoy seguro, aunque
con las mismas sales y los demás componentes, que desconozco cuales son que
componen a ese líquido, que brota de los ojos de uno cuando se atraviesa una
fuerte emoción, sí eran de nostalgia, de sentimiento como se dice popularmente.
Las mías no.
De
pinga que se construyan hospitales, autopistas, puentes, fábricas, verga es
necesario, pero se nos esta yendo el proceso por el grandísimo peo del
desabastecimiento de comida. Coño, el pueblo ahora vive es rodeando los centros
de venta de alimentos para comprar un pollo o arroz o lo que esté a la venta, entre
el catalogo de productos que los intocables permitan adquirir. Valga la
aclaratoria, los intocables a los que me refiero son esos señores dueños de
expendios de alimentos que tienen sus intereses políticos en el desgaste del
pueblo.
Esas
lágrimas de odio de las que hablaba son de la impotencia, de ver la impunidad y
saber que uno no puede hacer nada. Son el resentimiento de ver a los corruptos
de siempre dar la mano y abrazar a los nuevos corruptos que ahora hacen una
alianza bajo el color de la sangre patria. Son las lágrimas de desconsuelo al
ver a mi generación (o al grueso mejor dicho, no hay que generalizar) siguiendo
al desgraciao apátrida del Capriles, drogomano, irresponsable, asesino,
mentiroso como toda la derecha, y verlos y verlas defendiendo una vaina, un
modelo de sociedad que es el que los ha mantenido en la miseria. Coño, por qué
se les deja pasar si son riquitos, es lógico que defiendan sus intereses de
clase, pero verga, cuando veis a los chamos y chamas que andan como uno, a pie
y sin reales, haciéndole el piso político a un desgraciado cerdo capitalista
del carajo, a un holograma de falso líder, verga da un sentimiento así como de
lástima ligada con un dolor de estómago muy jodio, de verdad que si.
A
mí nunca me ha gustado llorar, siempre se me ha hecho muy difícil, inclusive
cuando murió el comandante, pude desahogarme fue en Caracas cuando lo vi. Estas
lágrimas de odio ponen ideas en mi cabeza, para nada conciliadoras, buscan
venganza. Buscan vengar todas esas lágrimas de mi pueblo, esas que son las
mismas de mi tía, esas que de verdad sienten y creen en el proceso
revolucionario y observan atónitas, inmutables, el lento caer casi ingrávido
del sueño revolucionario del Comandante Chávez. ¿El gobierno no puede con el
problema alimentario, y quien podrá acaso, la derecha que quiere tumbarlo? ¡No
me jodan! Solo el pueblo salva al pueblo, y sé que no soy el único que ha
llorado lágrimas de odio en este peo. La pregunta es: ¿seguiremos llorando odio
o lo canalizaremos cómo es? ¿El Estado puede solucionar el problema?
¿Esperaremos?
Queda
entonces encendido el cojonómetro/ovariómetro.
¡Patria
o Muerte!
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