Julieta, capullo de nubes frescas
El zigzagueo de mis piernas no siempre llevan rumbo a tus puertas. Sí,
algunas veces soy Julieta. Aunque confieso que me gusta ser la
"buena", también disfruto de ser la "muy mala" y sin remordimientos.
Hoy me encuentro de piernas cruzadas y con mi libre pensamiento mientras
hojeo algún libro que me permite bailar con ritmo propio
-porque no hacen falta dos para poder bailar- y
de este modo ser secuestrada por hombrecillos letrados que desnuden mi
imaginación. Este día no quiero tramas sin delirios, prefiero gritar antes que callar
decepcionada.
Pero… ¿Y si me sedujesen los luceros del placer? ¡Vaya! ¿Acaso habría algún problema? Posiblemente ninguno, todo lo contrario, maravillada y feliz de seguro
he de terminar. Sucederá como con los diminutivos que, comparados con frutos
y flores, guardan una divinidad especial. Te pediré entonces que aguardes un poco, ya mañana
volveré a ser tu Julieta y otras noches ya veremos. El compromiso seguro es el que guardaré al cerrar este libro, apuñalándolo con
el filo de un marca páginas para retomar su lectura en otra estadía de calma.
Seguiremos siendo uno, pero otras tantas sencillamente dos mitades. Lo más importante
seguirá siendo que entre los linderos del cielo predominen las nubes
frescas, y cuando desfiles por las corrientes de mis senderos detente y observa
bien a los capullos nacientes, pues uno de ellos lleva por nombre Julieta. Solo hasta ese momento lo sabrás y comprenderás, cuando con sutileza te roce para ser embriagado por el torbellino de aromas proveniente de los más
esmerados y cultivados campos.